viernes, 27 de febrero de 2009

Se vende yate de lujo. Razón: resaca inmobiliaria


La burbuja inmobiliaria se rompió, acabando con los sueños de grandeza como pompas de jabón. El boom inmobiliario de las últimas décadas levantó gigantes fortunas construidas de la noche a la mañana sobre los frágiles cimientos del ladrillo especulativo. En la cima de este ascenso vertiginoso que precedía a la caída, Santa Pola inauguraba en el año 2006 el puerto deportivo Marina Mira Mar. Sus 234 amarres para albergar embarcaciones con esloras comprendidas entre los 11 y los 40 metros, dejaba desatendida la antigua demanda de contar con más amarres para los barcos más modestos de la clase media ilicitana que había sostenido secularmente el cultivo del ocio náutico. Pero entonces sus quejas pasaron desapercibidas. Había que hacer sitio a los grandes.
Por esa mismas fechas los astilleros Astondoa emprendían en su planta de Vigo la construcción del que sería el yate de lujo más grande construido jamás en España, para atender al encargo de un conocido constructor ilicitano: el Samurai One, inauguraba para Astondoa el mercado de las más grandes embarcaciones de lujo conocidos como “los megayates”. “Cuando nuestros clientes de toda la vida querían dar un paso mayor tenían que acudir a otros astilleros”, declaraba con orgullo el gerente de los Astilleros en marzo de 2008, con motivo de la presentación en sociedad del palacio flotante de quince millones de euros.
Por entonces, la fábrica de yates de lujo más importante de España afrontaba el futuro con optimismo, y fuentes de la empresa declaraban desconocer la crisis “dado que el 70% de nuestro mercado es extranjero y trabajamos por encargo”.
Pero la ola de la crisis parece haber alcanzado ya a los puestos más altos del mercado y desde entonces hasta hoy la plantilla de trabajadores de Astondoa ha tenido que encogerse paulatinamente hasta llegar a los 83 empleados de los 180 que tenía en plantilla en su planta de Santa Pola.
Al parecer, el último feo se lo ha hecho a la empresa astillera un constructor de San Pedro de Pinatar, que ha renunciado a la señal de mil millones de las antiguas pesetas que había pagado para construir el barco que dejaría pequeño al Samurai One con, sus 46 metros de eslora: “el comprador ha dicho que no podía pagarlo y se lo ha tenido que quedar el Astillero. Así que a la semana que viene lo traen de Vigo para ponerlo a la venta”, declara uno de los trabajadores de la empresa que se ha quedado sin trabajo. El Samurai One tampoco parece haber flotado por mucho tiempo “si buscas en páginas web especializadas extranjeras puedes comprobar que ya lo han puesto a la venta también, así que la alegría les ha durado menos de una año a los dueños”, añade este nuevo trabajador en paro. La crisis ninja puede hasta con los samuráis del ladrillo.