LA FELICIDAD ES UN CAPITAL QUE AUMENTA CON SU REPARTO.
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Comparar
el precio delbillete de metro con el de
capitales europeas como París y Londres para justificar la decisión de encarecerlo
todavía más en plena crisis económica es, además de un atentado contra la
inteligencia de la gente de a pie, una idea de publicistas de muy corto
recorrido, por más que la desafiante campaña se extienda por los 293 kilómetros
del metro de Madrid y se multiplique por vagones y expositores publicitarios alrededor
de las 300 estaciones de un transporte que todavía ostenta el nombre de “público”,
pese a que su coste ya puede tildarse de “privativo”, especialmente para
estudiantes y desempleados.
Se
trata de una comparación en la que, sin duda, habita un deliberado y ostentoso
olvido.
Sobre
todo si tenemos en cuenta datos como el salario mínimo interprofesional de
dichos países europeos: 1.350 euros en Francia y 1.050 euros en Reino Unido.
Cifras de cuya “opulencia” casi podría afirmarse que resulta ofensiva, si la contemplamos al lado de la famélica mensualidad de los 641 euros españoles.
Todo
eso sin entrar a valorar las distintas cifras de desempleo, o la sutil diferencia
de que en muchos de estos países un mismo billete de metro sirve para toda una
jornada –y no para un único viaje como sucede en Madrid todavía.
Son pequeños olvidos que no aparecen en la osada comparativa con la que
acribilla cada día desde hace unas semanas Metro de Madrid a las retinas de los
desempleados en busca de empleo, los trabajadores, los estudiantes, o los
jubilados, con tan omnipresente campaña publicitaria.
Subsanar
tales lagunas es lo que deben haberse propuesto varios colectivos y
asociaciones de Madrid, tras de los que se adivina el impulso contestatario del
movimiento 15M.
Y cada
día que pasa resulta más difícil encontrar la provocadora publicidad sin su
contra-réplica informativa: en blanco sobre negro, o en rojo sobre blanco, una
floración de pegatinas están apareciendo de forma misteriosa por el metro de
Madrid, adheridas a los mismos carteles de la campaña publicitaria que presume
de los supuestos precios bajos.
A
la elaborada consigna publicitaria que sorprendía días atrás con un “No encontrarás muchos Metros en el mundo
que te ofrezcan tanto por tan poco”, responde ahora la sabia sorna popular con
certeza de venablo: “No encontrarás otro lugar en el mundo donde te tomen tanto
por tonto”
Al
contradictorio eslogan principal de la campaña que afirma que “Más es menos”, replican
inapelables las ingeniosas pegatinas con una afirmación mucho más fácil de asimilar en su recto significado: “Más paro, menos salario”.
La
comparativa de salarios mínimos interprofesionales que detallan las pegatinas populares,
viene a dejar perfectamente apuntalada la prueba irrefutable de que quienes se
empeñan en tomar por tonta a la ciudadanía, se olvidan de que el pueblo también
sabe echar sus cuentas, por más kilómetros de cuentos que le cuenten.
No hace mucho que, hallándome a comer en casa de un
amigo, después que sirvieron otros platos confortables, hizo su entrada triunfal
el clásico pavo, de rigor durante las Pascuas en toda mesa que se respeta un
poco y que tiene en algo las antiguas tradiciones y las costumbres denuestro
país. Ninguno de los presentes al convite, incluso el anfitrión, éramos muy
fuertes en el arte detrinchar, razón por la que mentalmente todos debimos coincidir
en el elogio del uso últimamente establecido de servir las aves trinchadas.
Pero
como sea por respeto al rigorismo de la ceremonia que en estas solemnidades y
para dar a conocer sin que quede género alguno de duda que el pavo es pavo,
parece exigir que éste salga a la liza en una pieza; sea por un involuntario
olvido o por otra causa que no es del caso averiguar, el animalito en
cuestión estaba allí íntegro y pidiendo a voces un cuchillo que lo destrozase;
me decidí a hacerlo, y poniendo mi esperanza en Dios y mi memoria en el
Compendio de la Urbanidad que estudié enel colegio donde, entre otras cosas no
menos útiles, me enseñaron algo de este difícil arte,empuñé el trinchante en la
una mano, blandí el acero con la otra, y a salga lo que saliere, le tiré un golpe
furibundo.
El
cuchillo penetró hasta las más recónditas regiones del ya implume bípedo; mas
juzguen mis lectores cuál no sería mi sorpresa al notar que la hoja tropezaba en
aquellas interioridades con un cuerpo extraño
-¿Qué diantre tiene este animal en
el cuerpo?
(exclamé con un gesto de asombro e interrogando con la vista al dueño
de la casa.
-¿Qué ha de tener? (me contestó mi amigo con la mayor naturalidad
del mundo)
- ¡Que está relleno!
-¿Relleno de qué? (proseguí yo, pugnando por
descubrir la causa de mi estupefacción).
... Por lo visto, debe ser de papeles, pues
a juzgar por lo que se resiste y el ruido especial que produce lo que se toca
con el cuchillo, este animal trae un protocolo en el buche.
Los circunstantes
rieron a mandíbula batiente de mi observación. Sintiéndome picado de la
incredulidad de mi amigos, me apresuré a abrir en canal el pavo y cuando lo hube
conseguido no sin grandes esfuerzos, dije en son de triunfo, como el Salvador
a santo Tomás:
-Ved y creed.
Había llegado el caso de que los demás participasen
de mi asombro. Separadas a uno y otro lado las dos porciones carnosas de la
pechuga del ave y rota la armazón de huesos y cartílagos que las sostenían,
todos pudimos ver un rollo de papeles ocupando el lugar donde antes
se encontraron las entrañas y donde entonces teníamos, hasta cierto punto,
derecho a esperar que se encontrase un relleno un poco más gustoso y
digerible.
El dueño de la casa frunció el entrecejo. La broma, caso de serlo, no
podía venir sino de la parte de la cocinera, y para broma de abajo a arriba,
preciso era confesar que pasaba de castaño oscuro.El resto de los circunstantes
exclamaron a coro, pasado el primer momento de estupefacción
que
lo fue así mismo de silencio profundo:
-Veamos, veamos qué dice en esos
papeles.
Los papeles, en efecto, estaban escritos.Yo, aun a riesgo de mancharme
los dedos, pues estaban bastante grasientos, los extraje del sitio en que se
encontraban y, aproximándome a la luz de la bujía, pude descifrar este
manuscrito que hasta hoy he conservado inédito:
Impresiones, notas sueltas y
pensamientos filosóficos de un pavo destinados a utilizarse en la redacción de
sus memorias.
"Ignoro quiénes fueron mis padres, el sitio en que nací y la misión
que estoy llamado a realizaren este mundo. No sé por lo tanto, de dónde vengo
ni adónde voy. Para mí no existe pasado ni porvenir; de lo que fue no me
acuerdo; de lo que será no mepreocupo. Mi existencia, reducida al momento
presente, flota en el océano de las cosas creadas como uno de esos átomos
luminosos que nadan en el rayo de sol.
Sin que yo, por mi parte, la haya
solicitado, ni poder explicarme por dónde me ha venido, me heencontrado con la
vida; y como suele decirse que a caballo regalado no hay que mirarle el diente,
sin discutirla, sin analizarla, me limito a sacar de ella el mejor partido
posible. Porque la verdad es que en los templados días de primavera, cuando la
cabeza se llena de sueños y el corazón de deseos, cuando el sol parece más
brillante y el cielo más azul y más profundo, cuando el aire perezoso y tibio
vaga a nuestro alrededor cargado de perfumes y de notas de armonías lejanas,
cuando se bebe en la atmósfera un dulce y sutil fluido que circula con la sangre
y aligera su curso, se siente un no sé qué de diáfano y agradable en uno mismo
y en cuanto le rodea, que no se puede menos de confesar que la vida no es del
todo mala. La mía, a lo menos, es bastante aceptable. En clase de pavo, se
entiende:
Aún no clarea la mañana cuando un gallo, compañero de corral, me
anuncia que es la hora de salir al campo a procurarme la comida. Entreabro los
soñolientos ojos, sacudo las plumas y héteme aquí calzado y vestido. Los
primeros rayos de sol bajan resbalando por la falda de los montes, doran el
humo que sube en azuladas espirales de las rojas chimeneas del lugar,
abrillantan las gotas de rocío escondidas entre el césped y relucen con un inquieto
punto de luz en los pequeños cascos de vidrio y loza, de platos y pucheros rotos
que, diseminados acá y allá, en el montón de estiércol y basuras a que se
dirigen mis pasos, fingen a la distancia una brillante constelación de
estrellas. Allí, ora distraído en la persecución de un insecto que huye, se
esconde y torna a aparecer, ora revolviendo con el pico la tierra húmeda, entre
cuyos terrones aparece de cuando en cuando una apetitosa simiente, dejo
transcurrir todo el espacio de tiempo que media entre el alba y la tarde. Cuando
llega ésta, un manso ruidito de aguas corrientes me llama al borde del arroyo
próximo donde, al compás de la música del aire, del agua y de las hojas de los
álamos, abriendo el abanico de mis oscuras plumas, hago cada idilio a la inocente
pava, señora de mis pensamientos, que causarían envidia, a poderlos comprender,
no digo a los rústicos gañanes que frecuentan esos contornos, sino a los más
pulidos pastores de la propia Galatea.
Tal
es mi vida; hoy como ayer, probablemente mañana como hoy. Repetid esta página
tantas veces como días tiene el año y tendréis una exacta idea de la
primera parte de mi historia...
La inalterable serenidad de mi vida se ha turbado
como el agua de una charca a la que arrojan una piedra. Una desconocida inquietud
se ha apoderado de mi espíritu y ya va de dos veces que me sorprendo
pensando.
Este exceso de actividad de las facultades mentales es causa de una
gran perturbación en mi economía orgánica; apenas duermo once horas, y ayer se
me indigestó el hueso de un albaricoque. Yo creí que no había nada más allá de
esas montañas que limitan el horizonte de la aldea. No obstante, he oído decir
que vamos a la corte y que para llegar hasta allí salvaremos esas altísimas
barreras de granito que yo creía el límite del mundo.
¡La corte! ¿Cómo será la
corte? Pronto saldré de dudas. Escribo estas líneas en el corral donde me recojo
a dormir y aprovechando la última luz delcrepúsculo de la tarde. Mañana
partimos. Un poco precipitada me parece la marcha. Por fortuna, el arreglo del
equipaje no me ha de entretener mucho. Me he detenido en lo más alto de la
cumbre que domina el valle donde viví para contemplar por última vez las bardas
del corral paterno.¡Con cuánta verdad podría llamarse a estas peñas, desde
donde envío un postrer adiós a lo que fue mi reino, el suspiro del pavo! Desde
aquí veo la llanura teatro de mis cacerías. Más allá corre el arroyo que al par
que apagaba mi sed me ofrecía limpio espejo donde contemplar mi hermosura. Allí
vive mi pava; junto a aquel árbol la vi por primera vez. ¡Al pie de ese otro le
declaré mi amor!..
Las lágrimas me oscurecen la vista y lloro a moco tendido, en
toda la extensión de la frase. ¡Parece que al alejarme de estos sitios se me
arranca algo del fondo de las entrañas y, a mipesar, se queda en ellos!.. ¿Será
este extraño afán presentimiento de mi desventura?.. ¿Será...?Un cañazo ha
interrumpido el hilo de mis reflexiones en este instante. Hago aquí punto de
prisa y corriendo, para reunirme a la manada, no sea que se repita
la insinuación...
Ya estamos en la corte. He necesitado que me lo digan y me lo
repitan cien veces para creerlo. ¿Es esto Madrid? ¿Es éste el paraíso que yo
soñé en mi aldea? ¡Dios mío! ¡Qué desencanto tan horrible! El sol llega
trabajosamente al fondo de estas calles, cuyas casas parecen castillos; ni un
mal jaramago crece entre las descarnadas junturas de los adoquines; aún no ha
acabado de caer al suelo la cáscara de una naranja, el troncho de una col, el
hueso de un albaricoque, cualquier cosa en fin que pueda utilizarse como alimento
digerible, cuando ya ha desaparecido sin saber por dónde.
En
cada calle hay un tropiezo; en cada esquina, un peligro, cuando no nos acosa un
perro, amenaza aplastarnos un coche o nos arrima un puntillón un pillete. La caña
no se da punto de reposo. Noche y día la tenemos suspendida sobre la cabeza,
como una nueva espada de Damocles. Ya no puedo seguir al azar el camino que mejor
me parece, ni detenerme un momento para descansar de las fatigas de este
interminable paseo. «¡Anda! ¡Anda!», me dice a cada instante nuestro guía,
acompañando sus palabras con un cañazo. ¡Con cuánta más razón que al famoso
judío de la leyenda se me podría llamar a mí "el pavo errante"! ¿Cuándo terminará
esta enfadosa y eterna peregrinación?..
He perdido lo menos dos libras de carne. No
obstante, a un caballero que se ha parado delante de la manada he conseguido
llamarle la atención por gordo. ¡Si me hubiera conocido en mi país y en los días
de mi felicidad! Con ésta va de tres veces que me coge por las patas y me mira y
me remira columpiándome en el aire, dejándome luego, para proseguir en el
animado diálogo que sostiene con nuestro conductor. Por cuarta vez me ha cogido
en peso y sin duda ha debido de distraerse con su conversación, pues me ha
tenido cabeza abajo más de siete minutos. El capricho de este buen señor
comienza a cargarme...
¿Es esto una pesadilla horrible? ¿Estoy dormido o
despierto? ¿Qué pasa por mí? Ya hace más de un cuarto de hora que trato de
sobreponerme al estupor que me embarga y no acierto a conseguirlo. Me encuentro
como si despertase de un sueño angustioso... Y no hay duda. He dormido o
mejor dicho, me he desmayado.Tratemos de coordinar las ideas. Comienzo a
recordar confusamente lo que me ha pasado: después de mucha conversación entre
nuestro guía y el desconocido personaje, éste me entregó a otro hombre que me
agarró por las patas y se me cargó al hombro. Quise resistirme, quise gritar al
ver que se alejaban mis compañeros; pero la indignación, eldolor y la incómoda
postura en que me habían colocado ahogó la voz en mi garganta. Figuraos cuánto
sufriría hasta perderlos de vista. Luego me sentí llevado al través de muchas
calles, hasta que comenzamos a subir unas empinadas escaleras que no parecían
tener fin... A la mitad de esta escala que podría compararse a la de Jacob por lo
larga aun cuando no bajasen ni subiesen ángeles por ella, perdí el
conocimiento. La sangre, agolpada a la cabeza, debió producirme un principio de
congestión cerebral. Al volver en mí me he hallado envuelto en tinieblas
profundas. Poco a poco mis ojos se van acostumbrando a distinguir los objetos en
la oscuridad y he podido ver el sitio en que me encuentro. Esto
debe de ser lo que en Madrid llaman una bohardilla. Trastos viejos, rollos de
esteras, pabellones de telaraña, constituyen todo el mobiliario de esta
tenebrosa estancia, por la que discurren a su sabor algunos ratones. Por el
angosto tragaluz penetra en este instante un furtivo rayo de sol... ¡El sol, el
campo, el aire libre! ¡Dios mío, que tropel de ideas se agolpa a mi mente!
¿Dónde están aquellos días felices?¿Dónde están aquellas...? Me es imposible
proseguir. Una harpía, turbando mis meditaciones, me ha metido catorce nueces en
el buche. Catorce nueces con cáscaras y todo. Figuraos por un momento cuál será
mi situación. ¡Y a esto le llaman en este país dar de comer! ¡Lasciati ogni
speranza!..
Han pasado algunos días y se me ha revelado todo lo horrible de
misituación. He visto brillar con un fulgor siniestro el cuchillo que ha de
segar mi garganta y he contemplado con terror la cazuela destinada a recibir mi
sangre. Ya oigo los tambores de los chiquillos que redoblan anunciando mi
muerte. Mis plumas, estas hermosas plumas con que tantas veces he hecho el
abanico, van a ser arrancadas, una a una, y esparcidas al viento como las
cenizas de los más monstruosos criminales. Voy a tener por tumba un estómago, y
por epitafio la décima en que pide los aguinaldos un sereno: Se tu non piangi di
che pianger suoli?"
Cuando terminé la lectura de este extraño diario, todos
estábamos enternecidos. La presencia de la víctima hacía más conmovedora la
relación de sus desgracias. Pero..., ¡oh fuerza de la necesidad y la costumbre!,
transcurrido el primer momento de estupor y de silencio profundo, nos enjugamos
con el pico de la servilleta la lágrima que temblaba suspendida en nuestros
párpados y nos comimos el cadáver.
Publicado el 24 de diciembre de 1865 en el periódico EL Museo Unviersal