
Michael
Albert, activista y economista estadounidense de 64 años, encandiló el domingo
16 de octubre a un centenar de personas durante más de dos horas en al Parque
del Retiro. Y lo hizo con algo tan árido como la economía aunque adobada en su
caso con un adjetivo tan atractivo como esperanzador: Economía Participativa (PARECON por sus iniciales en inglés).
Albert difunde desde hace años en publicaciones, charlas y debates una serie de ideas que son, en esencia, una alternativa radical al sistema capitalista en cualquiera de sus variantes; pero también al socialismo, la planificación centralizada y el intervencionismo.
Albert difunde desde hace años en publicaciones, charlas y debates una serie de ideas que son, en esencia, una alternativa radical al sistema capitalista en cualquiera de sus variantes; pero también al socialismo, la planificación centralizada y el intervencionismo.
Con un
estilo sencillo, directo, salpicado de ejemplos e intentos de involucrar a su
auditorio con preguntas, Albert detalló el modo en que PARECON defiende que
cada persona influya sobre las decisiones económicas y lo haga de manera
proporcional al modo en que esas decisiones le afectan. También insistió en
superar los modelos de organización laboral reestructurando los puestos de
trabajo de forma que cada trabajador comparta tanto las tareas más gratas como las menos gratificantes. Estas
dos premisas, orientadas a evitar el mando de grupos o estructuras dominantes y
facilitar la autogestión, exigen nuevos mecanismos de participación en la toma
de decisiones mediante los que se dirija, en función de los intereses de la
mayoría, la producción, la distribución y el consumo de los recursos.
A lo largo
de su intervención, Albert proporcionó toda una serie de “perlas” que, como
mínimo, incitan a la reflexión y el debate. Éstas son algunas.
Capacidad personal y organización
laboral: no todos
tenemos las mismas capacidades y aptitudes, no todos podemos ser cirujanos de
primera línea o deportista de élite, pero todos, convenientemente preparados y
motivados, podemos realizar las tareas gratificantes y las menos gratificantes. Que
una mínima parte de las personas decida, dirija y planifique el trabajo y la
vida de la inmensa mayoría no es inevitable. No hay razón moral o económica para
premiar a quien más suerte genética o mejor equipamiento ha recibido en la
vida. Es una simple imposición del sistema capitalista, fruto, además de una
visión clasista, racista y, en otros casos, sexista. Basta recordar que hace no
muchos años era una especie de dogma que la mujer no era ni sería nunca apta
para una actividad directiva.
Producción: En el sistema capitalista, es el
mercado el que obliga a producir más y más para aguantar cierto tipo de vida no
porque el hombre lo necesite para ser más libre o más feliz. Además, hay que
moverse y avanzar en ese mercado a base de competición y enfrentamiento, lo que
acaba siendo destructivo moral y socialmente. La PARECON antepone en la
organización del trabajo la realización de la persona y su felicidad a la producción masiva, partiendo de la base de que cuando
los trabajadores se sienten a gusto no
baja la producción ni en cantidad ni en calidad, sino todo lo contrario.
Salarios y trabajo: en la lógica capitalista el
salario a obtener no tiene límite, depende de la posición o fuerza del individuo;
desde una óptica socialista, los ingresos de cada cual deben ser proporciónales
a su aportación a la riqueza que se genere; según la PARECON, la remuneración
igualitaria y la rotación en los puestos de trabajo son la vía para evitar que
quienes mantengan los puestos más gratificantes se convenzan de que sucede así
porque se lo merecen y piensen incluso que al desempeñarlos están haciendo un
favor a la mayoría de los trabajadores.
La remuneración igualitaria y la rotación también contribuyen a evitar la pérdida progresiva de interés por las tareas. Hace que ya no venga todo decidido e impuesto por los más informados; es decir, los mismos de siempre. La vaguería y el escaqueo laboral suelen nacer de la rutina y el desánimo; y se reducen en la medida en que todos los trabajadores se sientan involucrados en todo lo que se hace.
La remuneración igualitaria y la rotación también contribuyen a evitar la pérdida progresiva de interés por las tareas. Hace que ya no venga todo decidido e impuesto por los más informados; es decir, los mismos de siempre. La vaguería y el escaqueo laboral suelen nacer de la rutina y el desánimo; y se reducen en la medida en que todos los trabajadores se sientan involucrados en todo lo que se hace.
Preparación y eficacia social: frente a la tesis de que la sociedad
se arruinaría si quienes toman las decisiones más importantes no son los mejor
preparados, Albert defiende que no hay nadie más experto y preparado para
decidir sobre lo que cada cual quiere o necesita que uno mismo. De ahí que la
autogestión sea fundamental para una organización social y laboral, porque los
dirigentes, por mejor voluntad que tengan, acaban decidiendo más por sus
intereses y su visión de la vida que por el interés general. La otra tesis
capitalista –si no hay suficientes incentivos, nadie querrá los trabajos más
especializados y complejos- tampoco se sostiene en un clima social y laboral en
el que las mismas personas y grupos reparten su tiempo y esfuerzo entre tareas
gratificantes y menos gratificantes.
En el animado coloquio que cerró su intervención, el economista y activista estadounidense resaltó al menos dos ideas más. La primera, que en el camino hacia el gran objetivo de la Economía Participativa se puede y se debe propiciar todo tipo de reformas que supongan una avance en esa dirección, aunque no sean suficientemente “revolucionarias”. (Las reformas son bienvenidas mientras no nos quedemos en simples reformistas).
La segunda idea, puede ser motivo de reflexión para el movimiento 15M: ¿Por qué decrece la participación? ¿Por qué no se genera suficiente atractivo y seguimiento como para erosionar el sistema?
Argumenta Michael Albert, que los mercados y el sistema capitalista están encantados con que sigamos entretenidos fundamentalmente en nacer y morir. Por eso, si el 15M quiere progresar y ganar fuerza tiene que hacerse atractivo y según él, sólo lo será si aborda con fuerza, desechando el pesimismo y las dudas, lo que afecta a la mayoría de la gente y, por tanto, le gustaría cambiar. “No vale quejarse de lo mal que están las cosas hay que moverse y hacer ver a todos, empezando por uno mismo, que simplemente luchar y saber por qué se está luchando, permite mejorar la vida. El mayor obstáculo en esta lucha es pensar que, en el fondo, no hay alternativa al capitalismo. Es imprescindible –concluye- estar convencidos de que se puede ganar y transmitir esa convicción para que el movimiento resulte verdaderamente atractivo para un creciente número de personas”.
En el
siguiente enlace hay una exposición más detallada del propio Michael Albert
sobre la Economía Participativa: http://republicart.net/disc/aeas/albert01_es.htm
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