domingo, 28 de febrero de 2010

La Magia de la política es como el detergente (POLÍTICA)






La corrupción política guarda misteriosos parecidos con la magia: sirve para conseguir cosas imposibles, y su gracia consiste en poderla realizar ante los ojos del público.



Creo que no le gustó mucho la intención de esta foto

      Igual que existen la magia blanca y la magia negra, los abnegados investigadores que intentan desbaratar la trastienda de este espectáculo social colectivo hablan de corrupción negra, corrupción blanca y hasta de corrupción gris. Con esta sencilla escala cromática pueden matizar de forma gráfica el grado de consentimiento social del que gozan los aplaudidos "magos" en cada etapa de la Historia o contexto social.  Lo que trae graves consecuencias a quienes resultan sorprendidos con las manos en la masa es corrupción negra; lo que sabemos que no está muy bien pero qué le vamos a hacer, el mundo es así, tampoco es para tanto, corrupción gris... Pero, incluso, apurando más, un mismo hecho que en otras latitudes podría llegar a costarte el puesto, puede lograr convertirse –como por arte de magia-  en corrupción blanca blanquita. Basta con un poco más de detergente blanqueador intelectual, suministrado, por cierto, ampliamente en este Inmenso Centro Comercial que es la Cultura del Éxito.

   Esta asignación de mayor o menor tolerancia a lo que corrompe el buen funcionamiento del cuerpo social es lo que llaman el “estándar de bondad de una sociedad”. Y puede evolucionar o retroceder con el tiempo.  Por ejemplo, antes  podía resultar aceptable para el público  el abuso sexual desde las posiciones de poder. Y esto hoy se contempla como una práctica oscura que debe erradicarse, incluso aunque te llames Dominique Strauss-Kahn.



 Pero cuando vemos cómo algunos partidos políticos que se presentan a las elecciones  acuden permanentemente a la estantería del detergente ante hechos que otrora causaban el  escándalo, cabe preguntarse cuál es el estándar de bondad,  el programa que proponen para la sociedad, ante la que se ofrecen como dirigentes, o como detergentes.